jueves, 26 de noviembre de 2009

DUENDES OSCUROS



Los duendes oscuros funcionan generalmente como la contraparte malvadas o siniestra de los duendes de la luz (o de los duendes planos) en muchas mitologías y reelaboraciones ficticias. Están a menudo en guerra con otros duendes.

En mitología de los nórdicos, Svartálfar (“Swartelves” o “duendes negros”) son considerados sinónimos de duergar (los “enanos”). Se trata de criaturas subterráneas que moran en el mundo de Svartálfheim.

Pueden ser criaturas benévolas o malévolas… En el Svartalfar original trabajaban en las fraguas, como herreros, bajo el árbol del mundo. Primero no eran considerados malvados, pero comenzaron a adquirir comportamientos siniestros a medida que su piel se oscurecía como resultado del trabajo en la fragua.

Los Dökkálfar (“Dark elves”) son espíritus ancestrales masculinos que protegen a los seres humanos, aunque también pueden resultar amenazadores cuando algún hombre se comporta de manera grosera con ellos. Prefieren evitar la luz del día, aunque no necesariamente habitan cuevas subterráneas.

El investigador Snorri Sturluson distingue el ljósálfar (elfo luminoso) del Álfheim, que en la mayoría de las fuentes bibliográficas es conocido simplemente como “duende”.

En la lengua irlandesa, el Daoi-Sith (o Daoine Sidhe) significa “duende oscuro”, mientras que el Du-Sith-Sith (o Erdluitle) significa “duende negro”.

Ambos términos son confusos; el último parece haber sido utilizado como nombre propio. Aparte de tratarse de una leyenda que implica a un tal sir Lachlan Mor M´Clean no existen referencias a estas criaturas en la mitología céltica, así que es imposible saber si eran duendes o si en realidad fueron trolls u otras criaturas bondadosas o malvadas.

Por último, ambos vocablos parecen estar relacionados con el Trowe y el Drow del folklore escocés, si es que no son sus precursores directos.

FUENTE: linkmesh

martes, 17 de noviembre de 2009

EL VESTUARIO DE LAS HADAS



En cuanto a cómo van vestidas o adornadas, puede haber tantas maneras como hadas. Es cierto que suelen ser muy coquetas, pero también se puede ser coqueta con total sencillez. El modo de vestir además de distinguirlas las define, es decir, según el tipo de ropa que llevan podemos intuir cómo son.

Algunas escogen para su adorno vaporosos vestidos o túnicas blancas, como las damas blancas, las anjanas o las hadas madrinas. No es casual que identificándose con el blanco, color de la pureza y la bondad, estas hadas sean benéficas y protectoras con el ser humano. Otras visten de verde. El color verde es el color de la naturaleza, de las hojas, lo que permite que se puedan confundir, mimetizar con el medio.


Si van de verde, confundiéndose con las hojas, sin duda son unas hadas traviesas y juguetonas, como las Damas Verdes, que se divierten burlándose de los humanos. Si recordamos a Campanilla, su traje verde nos confirma su forma de ser caprichosa y juguetona.



Algunos autores afirman que el traje verde nos avisa de que nos encontramos ante un hada agrupada, mientras que el rojo nos informa de que se trata de un hada solitaria. Yo no mantengo esta distinción, porque, ¿qué ocurre con aquellas que van de blanco, vestidas con pieles de animales, con ricos vestidos bordados de dorado o simplemente van desnudas? Se nos escapan tantas hadas que la simplificación rojo/verde no puede ser un punto de partida.


Y volviendo a los trajes, otras prefieren taparse con pieles de animales, como las Aguane. Las Aguane son guardianas de los bosques, protectoras de sus animalitos. Conocen el lenguaje animal, se visten como ellos y los protegen, ¿es o no casual que prefieran vestirse como ellos?


Las Rusalki, en cambio, prefieren ir simplemente desnudas o adornadas con hojas. La relación o identificación de las Rusalki con la naturaleza es muy grande, pueden incluso controlar la lluvia o el viento, y según esto ¿hay algo más natural que el propio cuerpo desnudo?

Otras prefieren el esplendor, la hermosura, los adornos, la riqueza. No nos confundimos al pensar en unas hadas aristocráticas. Entonces hablamos de joyas, lazos, adornos, tules, elegancia, velos y colores. Es la nobleza, marcando siempre la diferencia. Pero afirmar esto es tirar por tierra la frase “el hábito no hace al monje”, pero ¿acaso no son las hadas mucho más simples de pensamiento que nosotros?

¿Por qué extrañarnos de su simpleza al escoger la ropa de vestir?

martes, 10 de noviembre de 2009

BARRUGUET



Hoy los llamaríamos, de hacer caso a la parapsicología moderna,
"infestaciones" o "poltergeist" (espíritu turbulento, en alemán).

Estos duendes, pequeños diablillos enanos, nerviosos y a veces hasta
enloquecidos, disfrutaban haciendo rabiar y martirizando a las mujeres
de la casa. En principio, son invisibles, pero según versiones de
distintos autores, cuando se dejan ver tienen los brazos larguiruchos y
fuertes, barba de chivo hasta el pecho, enormes dientes y una voz ronca
y desagradable. Tienen también la cara alargada, el cabello corto y
afilado y pueden aparecerse, entre otras, en forma de cabra.

Es curioso que esta descripción coincida como ya cité antes con la del dios
púnico Bes, según las estatuillas y terracotas halladas en la isla. Ese
semidiós enano y lascivo de los cartagineses puede, perfectamente,
haberse hibridado con la presencia romana y algunas de sus historias
haber pasado a formar parte de la tradición oral.

Sea como fuere, a pesar de todas sus travesuras, en algunas ocasiones
podían ser benévolos y hasta colaborar con los humanos. Por ello, había
quienes intentaban "cazar" uno de ellos para "domesticarlo". No era
tarea fácil. Unicamente podía conseguirse entre la noche del Jueves y
Viernes Santo en el Pont de sa Taulera (carretera de Sant Joan).

Bajo los arcos del puente solían aparecerse, o existían ya, unos
montoncitos de arena muy fina, en forma de círculos concéntricos.
Clavando el índice en el centro exacto de uno de ellos, se tomaba un
puñado de arena que al instante se filtraba. Dentro de la mano, quedaba
una mosca sin alas que hacía unas cosquillas casi insoportables. Si el
osado cazador tenía temple y aguante suficientes y superaba esas
cosquillas, finalmente la mosca se convertía en un barruguet.

La principal misión de estos diminutos personajes es la de molestar y
fastidiar al prójimo. Especialmente durante la noche, cuando se dedican
a hacer desaparecer los objetos, cambiándolos de lugar, molestando a las
criadas y haciendo, en general, la vida imposible a los habitantes de la
casa, hasta el punto de obligarles a abandonarla. Aunque si lo hacen, no
es fácil que puedan librarse de él, pues les seguirá adonde vayan.
También se cree que tienen predilección por las mujeres, a la hora de
hacerlas objeto de sus diabluras, y llegan a provocar verrugas
(berrugues) en las manos de las hilanderas.

En el lenguaje familiar ibicenco, ha quedado la expresión "ets un
barruguet", referida a un niño travieso o que acostumbra a hacer de las
suyas, o ser muy inquieto y estar dotado de gran actividad.
La única forma de tranquilizar a estos duendes y de tenerlos bajo un
cierto dominio, es darles de comer pan con queso.

En Ibiza ciudad habitaban en las cuevas del Puig des Molins y también
en las murallas del Portal Nou. En el campo, dentro de pozos y
cisternas, bajo las tejas del techo de la casa, en agujeros de la pared,
detrás de la estufa...siempre en lugares recónditos, oscuros o de
difícil acceso.

En la tradición popular, las rondaies de Joan Castelló Guasch, los
escritos de Macabich y de Antoni Maria Alcover, las recopilaciones de
leyendas de Michel Ferrer Clapés, etcétera, encontramos numerosas y
divertidas historias de las jugarretas que los barruguets hacen a los
sufridos y, hasta un límite, pacientes ibicencos.