miércoles, 8 de abril de 2009

LOS BROWNIES



Son duendes caseros y suelen apoderarse de casas desordenadas para dejar las cosas limpias y en orden, cada vez que se topan con dueños malvados hacen todo lo contrario desarreglan y hasta dañas cada objeto de una casa, pero si es lo contrario el dueño y los habitantes de la casa son buenos dejan maravillosamente impecable cada pieza y objeto con un brillo impresionante.


Sin embargo por estos esfuerzos, el brownie solo acepta un cuenco de crema, un panecillo recién hecho o una torta de miel, con lo que se daba por bien pago. Claro que estos alimentos debían ser dejados como al descuido, ya que si se le ofrecía otro tipo de pago, especialmente ropas, se ofendía y se marchaba inmediatamente de la casa.


En muchos de los hogares antiguos existía lo que se conocía como: “piedra del brownie”, lugar donde se depositaban las ofrendas; en las casas donde se destilaba la cerveza que se consumía, era costumbre disponer en la piedra del brownie un poco de la primera malta fermentada, para que de esa forma el duende vigilara y acelerara el proceso.


Una de las muestras de abnegación, esta vez de un bodach de las tierras altas que trabajaba en la granja Kirkton Manor, junto al rió Eddleson cuenta que


……. Si había una persona en el mundo a quien Nick (que así se llamaba el duende) idolatraba era a la hija de su amo, con quien compartía todos sus secretos, incluso algunos que no contaba ni a sus propios padres. Así, cuando se enamoro, fue el bodach quien primero se entero y de inmediato se encargo de ocuparse de los preparativos de la boda.


A su debido tiempo llego la época de la maternidad y cuando se presentaron los dolores del parto el amo encomendó al mozo del establo que fuera a buscar a la comadrona, pero el Eddleston venia crecido aquella noche, así que al ver que el mozo demoraba el cumplimiento de la orden fue el bodach quien monto la mejor yegua de la tropilla y salio en busca de la partera.


Al llegar al rió, Nick, sin dudarlo un instante se arrojo a las embravecidas aguas, logro cruzar el torrente y regreso hasta la rivera con la anciana matrona quien le previno:


- No pases cerca del Loch Ayr, pues podríamos encontrarnos con el bodach.- No te preocupes, buena mujer. Por esta noche, ya te has encontrado a todos los bodach con que podrías hacerlo.


Y dicho esto, lanzo la yegua a las aguas y la condujo sana y salva hacia la orilla opuesta. Al llegar a la mansión condujo a la mujer a la precensia de la parturienta y, como al regresar vio al mozo del establo que aun se estaba calzando su segunda bota, le propino una zurra que el muchacho tardo una semana en recuperarse.

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